El misterio del Black Friday, entre ofertas y espíritu navideño.

 

El misterio del Black Friday, entre ofertas y espíritu navideño.

De las Saturnales al Black Friday, tradiciones que cambian, pero no se pierden.

Queridos lectores:

La Navidad ya asoma en Granada, pero este año parece traer algo más que luces y villancicos. Paseando con Pepe por la plaza Bib-Rambla, entre los belenes y los pastores, descubrimos que hasta la Navidad ha sucumbido al... ¡Black Friday! ¿Quién iba a decirlo?
Nos detuvimos frente a un pastorcillo que llevaba un carnero bajo el brazo, y Pepe, con esa paciencia que le caracteriza, me dice:
Porrúa, mira tú que ya no basta con los nacimientos y las luces. Ahora hasta los puestos de Navidad tienen carteles del Black Friday. Si es que la tradición evoluciona —dijo muy solemne—. Antes eran las Saturnales y ahora nos venden la Navidad... ¡con descuento!
Les Saturnales. Callet. 
  —Pepe, las Saturnales eran la excusa romana para reunirse, comer y     beber. Visto así, tampoco hemos cambiado tanto: ahora lo celebramos     comprando al 50% y brindando con lo que sobró de las rebajas del     verano.
 Y claro, una que es curiosa por naturaleza, no podía dejar pasar el   tema.   Porque esto del "viernes negro" suena más a tragedia griega que   la fiesta   de ofertas, ¿no os parece? Pues resulta que hay varias teorías  sobre su   origen.
 La más conocida dice que allá por 1869, dos espabilados de Wall Street   intentaron acaparar todo el oro del mercado. La jugada salió tan mal   que el viernes acabó negro como el carbón, con la economía por los  suelos. Pero la versión que más me gusta es la de Filadelfia, allá por los años 50. Imaginad la escena: las calles llenas de gente comprando regalos y preparándose para un partido de fútbol americano. Los pobres policías, hasta las cejas de tanto lío, bautizaron aquel caos como "viernes negro".
Pero claro, los comerciantes, que tienen más vista que un lince, lo aprovecharon para inventarse esto de las ofertas. Y aquí estamos, con descuentos que empiezan en noviembre y duran… hasta que ellos quieran.
Pero volvamos a lo que importa: la Navidad de antes. Era tiempo de braseros, zambombas y villancicos cantados con ganas, aunque desafinados. Todo olía a anís y leña, y la familia se reunía en torno a una mesa llena de dulces caseros. Hoy, en cambio, tenemos a Papá Noel colgando de los balcones como si fuera un alpinista retirado.
Aunque no todo ha cambiado tanto. Seguimos usando la Navidad como excusa para reunirnos, reírnos y darnos algún capricho. Eso sí, ahora toca organizar cenas de empresa, amigos invisibles y escapadas a Sierra Nevada, mientras intentamos sobrevivir a los villancicos en versión reguetón.
Y al final, entre luces, descuentos y escaladores de balcones, el espíritu navideño sigue ahí. Porque, como siempre digo, la Navidad es lo que cada uno quiera que sea. Yo, por mi parte, me quedo con el pastorcillo del belén.

¿Y vosotros? ¿Qué preferís? ¿Las luces de feria y las ofertas o el calor del brasero y las zambombas de siempre? 


Vuestra siempre, La Porrúa 

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