Granada: Entre el sabor de la Semana Santa y el misterio de las tapas.

Granada: Entre el sabor de la Semana Santa y el misterio de las tapas. 

 Las tapas, la procesión y el susto de la morcilla.


Mis queridos lectores, tengo que contarles la aventura que vivimos Pepe y yo en Plaza Nueva, Granada. Fue una tarde que prometía ser como cualquier otra: tapas, cañas, risas y el bullicio característico de nuestra ciudad. Pero, como siempre, Granada nos guardaba una sorpresa que no olvidaremos fácilmente.
Todo comenzó con el ritual sagrado de las tapas: longaniza, morcilla y otros manjares tentadores. El aroma de la comida y la algarabía de la plaza nos envolvían mientras disfrutábamos de unas tapas. De repente, un susurro se extendió entre la multitud, anunciando la llegada de la procesión de Semana Santa.
Sin pensarlo dos veces, y con la morcilla en la mano, nos sumergimos en el mar de personas, sorteando nazarenos y mantillas con la agilidad de verdaderos artistas callejeros. Las miradas curiosas de los turistas y las expresiones serias y enfadadas de los devotos nos rodeaban, pero nosotros seguíamos adelante, dispuestos a vivir la experiencia hasta el final.
Finalmente, encontramos un hueco entre la multitud para presenciar el desfile religioso. Aunque la morcilla que había tentado a Pepe se había enfriado, la atmósfera mágica del momento nos envolvía por completo. Las imágenes procesionales, la música solemne y el aroma del incienso creaban un escenario digno de contemplar.
Esta anécdota se suma a la rica historia de la Semana Santa y las tapas en nuestra querida ciudad. En un lugar donde la tradición y la gastronomía se entrelazan, cada momento se convierte en una experiencia única. Mientras conversábamos animadamente sobre la Semana Santa, de repente nos embargó una pregunta que, seguramente, ustedes también se han planteado alguna vez: ¿por qué se llaman "tapas" a esas delicias culinarias que acompañan nuestras cañas?
Pero antes de sumergirnos en el misterio de las tapas, permítanme transportarlos por los callejones empedrados y perfumados de incienso de nuestra ciudad durante la Semana Santa. ¿Pueden imaginar las estrechas calles adoquinadas de antiguas ciudades, impregnadas del aroma del incienso y llenas de la emoción de los fieles? La Semana Santa es como un tapiz tejido con los hilos del pasado, donde cada hilo representa un momento único en la vida de Jesucristo.
Antes, las procesiones tenían un fervor tan palpable que te llegaba al alma, y la gente acudía con recogimiento y devoción, convirtiendo cada paso en una experiencia única. Pero, como todo en la vida, las cosas han ido cambiando. La Semana Santa ya no es solo una cuestión religiosa, se ha convertido en una tradición donde se mezcla de todo: fervor religioso, tradición, belleza artística y sí, también un poquito de fiesta. La gente sigue yendo a las procesiones, pero el fervor religioso ha ido dando paso a una especie de celebración más amplia, donde se disfruta del arte de los pasos, de la música, de la sincronización entre penitentes y música, todo un espectáculo, y así, entre mantillas, tronos decorados y emociones a flor de piel, la Semana Santa se ha transformado en una experiencia que va más allá de lo religioso, es toda una fiesta para los sentidos.
Y claro, después de disfrutar de las procesiones, ¿qué mejor que irse con los amigos a tomarse unas tapas y unas cañas.
Pero hablemos ahora del misterioso origen de las tapas. Todo comenzó en tiempos de Alfonso X, el Sabio, a quien recetaban vino con bocados pequeños para curar males. Los Reyes Católicos usaban platos sobre las bebidas para calmar a los carreteros. Primero la tapa y luego el vino. ¡Y qué decir de Alfonso XIII, que bajo el viento marino encontró en una tapa de jamón la salvación para su vino. En tiempos de posguerra, con escasez y racionamiento, las tapas emergieron como un placer asequible, un lujo sin comprometer la economía, convirtiéndose en un símbolo de ingenio y supervivencia. 
Y así, entre la historia de la Semana Santa y el misterio de las tapas, podemos apreciar la riqueza cultural y gastronómica que nos rodea. La Semana Santa es una experiencia que merece ser vivida, ya sea por su carga religiosa, su belleza artística o simplemente por el ambiente festivo que la rodea.

Hasta la próxima...
Vuestra siempre La Porrúa.

Comenta lo que te ha parecido y no olvides seguirme 👇 




Comentarios

  1. Una buena tapa tras ver el espectáculo religioso siempre ayuda y más en buena compañia

    ResponderEliminar
  2. Que ganas, que ganas!!! 🤞🏼🤞🏼

    ResponderEliminar

Publicar un comentario