Estrés post-Navidad: Cómo sobrevivir a enero sin perder la cabeza (ni la cartera)

 Estrés post-Navidad: Cómo sobrevivir a enero sin perder la cabeza (ni la cartera)

Un recorrido por los tipos de estrés que enero trae consigo.

Queridos lectores:
Era una gélida mañana de enero cuando Pepe y yo caminábamos por la calle Recogidas, rumbo a coger el autobús.

—¡Es que la gente en enero está insufrible, Pepe! —le dije mientras esquivaba a una señora cargada con bolsas de rebajas, como si estuviera a punto de mudarse a otro planeta—. Todo el mundo va con prisa, con cara de funeral, y parece que está a punto de explotar.

Pepe, con esa paciencia que solo él tiene, señaló hacia la parada del autobús.
—La culpa es del estrés post-navideño, Porrúa. Si nos subimos al autobús, lo entenderás.

Subimos, y aquello parecía un museo del caos humano. Gente apretujada, discutiendo, mirando sus móviles como si en ellos estuviera la solución a todos los males del mundo. Apenas me sujeté al pasamanos y ya había identificado a mi primera "obra de estudio": un señor gesticulando furiosamente al conductor.


—¿Y a ese qué le pasa? —pregunté, porque la escena era digna de análisis.

Pepe, siempre tan calmado, respondió como si tuviera un máster en comportamiento humano:
—Estrés financiero, Porrúa. Después de las Navidades, lo que quedan son tarjetas al límite y facturas acumuladas. Seguro que ese hombre está haciendo cálculos mentales mientras maldice el precio del billete.

—¡Pues se va a quedar sin voz antes de llegar a su destino! —murmuré, mientras buscaba a mi siguiente "sujeto de investigación".

No tardé en localizar a una madre con tres niños: uno tirándole del pelo, otro intentando arrancar el martillo de emergencia, y el tercero pulsando botones como si estuviera en un videojuego.

—¿Y esa pobre mujer? —dije señalándola con discreción.

—Estrés familiar —contestó Pepe, ajustándose las gafas como si dictara un diagnóstico—. Después de tantas reuniones y promesas de buen comportamiento, seguro que ahora mismo está evaluando si puede subastar a los niños por internet.

Solté una carcajada, aunque pronto mi atención se desvió al fondo del autobús, donde una señora se retocaba el pelo con cara de funeral mientras miraba su móvil.

—¿Y aquella, Pepe? Esa tiene pinta de haber protagonizado un drama digno de culebrón.

—Estrés social. Probablemente ha pasado las fiestas viendo fotos de amigos en el Caribe y cenas perfectas en Instagram, y ahora está pensando si puede editar sus selfis para que parezca que tiene piscina.

El autobús frenó de golpe, y casi pierdo el equilibrio. Bajamos, y mientras caminábamos por la Acera del Darro, comencé a reflexionar. Estrés financiero, familiar y social… ¡Menudo trío! Naturalmente, no iba a quedarme con la duda. Así que, como quien no quiere la cosa, aquí va mi análisis.

Estrés financiero
Es el más común después de las Navidades. Lo peor es que lo llevamos en silencio, como si nadie notara que temblamos al abrir el extracto del banco. Pero vamos a ver, queridos: la perfección no existe, y menos cuando la tarjeta está a punto de colapsar. ¿Que no puedes comprarte ese abrigo de rebajas? Pues no pasa nada; te abrigas con el del año pasado, y aquí paz y después gloria. La clave está en gastar menos y priorizar; no hay compra que valga más que una noche tranquila sin sobresaltos financieros.

Estrés familiar
No es exclusivo de las Navidades, pero sí se multiplica en estas fechas. Si algo une y desune a la vez, es la familia. Después de tantas comidas, cenas y promesas de buen comportamiento, al final acabamos con peleas por política, fútbol o, peor aún, por quién friega los platos. La solución es simple: establecer límites. Si alguien no ayuda después de la cena, pues la próxima vez no se le invita. Y al cuñado que empieza a dar discursos incendiarios, se le corta en seco con un amable: “¿Te has planteado escribir un libro?”. Eso sí, hazlo con una sonrisa; es la clave.

Estrés social
Un invento moderno para torturarnos un poco más. Las redes sociales son el mayor escaparate de vidas ficticias que existe. ¿Cuántas fotos has visto estas fiestas de amigos en el Caribe, con su bronceado perfecto y sus cócteles coloridos? Pero, ojo, que nadie sube la foto de la lavadora llena, ni del recibo de la luz. Lo que no se enseña, no existe. Así que, queridos, menos compararse con los demás y más valorar lo que tenemos. Hasta un café calentito en casa puede ser un lujo si lo miramos con buenos ojos.

Mientras caminaba por Granada, seguía dándole vueltas a todo esto. ¿Cómo hemos llegado a convertir algo tan pasajero como las fiestas, en una fuente de tanto estrés? Pero bueno, aquí estoy yo para ayudarles a salir del apuro.

Recuerden, el estrés es como un autobús lleno: caótico pero pasajero. La clave está en organizarse, priorizar y, sobre todo, no buscar la perfección. La vida no es un escaparate ni una competición. Así que, más vale poner límites, apagar el móvil cuando haga falta, relajarse y dejar que las cosas fluyan.

Al final, de eso se trata: de sobrevivir a enero con el mejor humor posible y las cuentas en orden.

Vuestra siempre,
La Porrúa

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Comentarios

  1. Cierto, hemos hecho de unas fiestas familiares y entrañables, un negocio, una competición y un mercado turco

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  2. Me encanta el análisis de Pepe

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    1. Gracias por tu comentario. A Pepe le encantará saber que su análisis ha sido tan bien recibido. Un saludo.

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  3. En el clavo, como siempre y las aportaciones filosóficas de Pepe sin desperdicio...Azu

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    1. Gracias Azucena, ya sabes que Pepe tiene esa habilidad para filosofar sobre cualquier cosa. Un beso

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