Calor andaluz, manual de uso y resistencia
Queridos lectores, Pepe y yo volvimos ayer de la playa con la ilusión de siempre: duchita, cena ligera, sábanas limpias… y ¡zas! La "bofetá del calor esperando en la puerta. La calle entera parecía una tostadora gigante, y eso que el sol ya se había ido. Vamos, irse no se va… se esconde y deja el horno encendido.
-Madre mía, Pepe… Son las nueve y media de la noche y estamos a 32 grados.
-técnicamente, eso no es temperatura, eso es un castigo.
Las normas del calor de antes
Y es que antes, en Andalucía, el calor tenía sus normas. Las casas no necesitaban termostato, bastaba con una abuela con autoridad. Se levantaba al alba, abría puertas y ventanas, dejaba entrar la brisa fresca y, a las diez en punto de la mañana: ¡ZAS! —Todo cerrado. Persiana bajada, cortina "echá," silencio en la casa y ya no mueve ni el aire. El que osaba asomarse a una rendija se llevaba un “¿Quieres que entre la lumbre, criatura?” como para no volver a intentarlo.
Comida fresca andaluza
La comida, por supuesto, se adaptaba sola: gazpacho, salmorejo, tomate "aliñao", pepino con sal y vinagre, melón fresco, y cuchareo… poquito. El puchero se retiraba como quien guarda el abrigo en julio. A nadie se le ocurriría hervir nada a las tres de la tarde. Y por la noche, cuando el calor ya aflojaba, salían las sillas a la puerta. Se hablaba, se miraban las estrellas, se sacaba el abanico y hasta el gato buscaba su rincón en la acera. Eso era “salir al fresco”.¿Y ahora, dónde está el fresco?
Pero ahora… ¿Dónde está el fresco? Si a las nueve y media estamos a 32 grados, ¿Qué fresco ni qué silla? Te atrincheras en el salón con las luces apagadas, rezando para que el aire acondicionado no se rinda. Porque vamos a decirlo claro: hoy por hoy, sin aire acondicionado, no se puede vivir. El abanico está muy bien para la verbena, pero para dormir, para cocinar o para no derretirte como una vela, hace falta un botón que diga ON.
El calor de siempre, pero con otro nombre
Y mientras tanto, en la tele lo tienen clarísimo. Las recomendaciones: beba agua, no salga al sol y no haga deporte. Vamos, un descubrimiento digno de Nobel. Mi abuela, sin título universitario y con un delantal por bata, te lo habría dicho con más salero y con menos rodeo: “Niña, quítate del medio y abre el gazpacho.” Y ojo: que yo no me quejo del calor por vicio. Aquí hemos crecido con él.
Lo que me da coraje es cómo ha cambiado el relato. Porque antes, cuando solo hacía calor en Andalucía, los andaluces no es que estuviéramos soportando temperaturas extremas; No, éramos vagos. Si veías a un albañil parar cinco minutos para beber agua a la sombra, ya salía el de fuera diciendo: “Mira qué arte tienen los andaluces, que se tumban hasta con el martillo en la mano.” Ahora que el calor ha subido por toda España, en la tele dicen que hay “estrés térmico”, que se deben hacer “ajustes de jornada”, que se recomienda “no realizar esfuerzos innecesarios”. Qué cosas. El mismo calor, distinto lenguaje.
Así, entre toldos y abanicos, seguimos… mientras la ciencia inventa apps para decirnos lo que una madre ya te gritaba desde la cocina.
Lo que me da coraje es cómo ha cambiado el relato. Porque antes, cuando solo hacía calor en Andalucía, los andaluces no es que estuviéramos soportando temperaturas extremas; No, éramos vagos. Si veías a un albañil parar cinco minutos para beber agua a la sombra, ya salía el de fuera diciendo: “Mira qué arte tienen los andaluces, que se tumban hasta con el martillo en la mano.” Ahora que el calor ha subido por toda España, en la tele dicen que hay “estrés térmico”, que se deben hacer “ajustes de jornada”, que se recomienda “no realizar esfuerzos innecesarios”. Qué cosas. El mismo calor, distinto lenguaje.
El manual de La Porrúa
Así que si usted me pregunta qué hacer con el calor, yo se lo resumo sin tabla comparativa ni rueda de expertos: Persiana bajada, agua en la nevera, aire acondicionado en marcha, comida fresca y mucha paciencia. Y si le parece poco científico, recuerde: aquí llevamos sobreviviendo a 40 grados desde antes de que el calor saliera en los telediarios. Sin apps, sin protocolos, sin “riesgo extremo” ni hashtags de alerta. Lo único que había era una madre que decía: “Como se te ocurra encender el horno, te lo comes con mantilla.”Así, entre toldos y abanicos, seguimos… mientras la ciencia inventa apps para decirnos lo que una madre ya te gritaba desde la cocina.
Vuestra siempre. La Porrúa
No olvides seguirme y déjame tus comentarios👇
No olvides seguirme y déjame tus comentarios👇
Verdades como templos. Muy divertido Porrua
ResponderEliminarMUchas gracias Anita
ResponderEliminar