Síndrome postvacacional.
Entre el humor de ayer y los consejos de hoy.
Queridos lectores: el otro día estábamos paseando por el centro de Granada, cuando Pepe me dice: -¿Sabes Porrúa que ahora llaman “síndrome postvacacional” a ese malestar de volver al trabajo después de las vacaciones?. Pero esto , no es nuevo: ya en los años 80 en Estados Unidos hablaban de post-vacation blues, y en España, en los 90, hasta los periódicos titulaban “¡Qué duro es volver!”. La realidad es que no es una enfermedad, sino un bajón pasajero, una adaptación normal de la mente y el cuerpo.
Yo lo escuchaba con atención, como siempre, porque Pepe tiene esa forma de explicar que hace sencillo lo complicado. Pero, claro, yo no podía evitar mirar a nuestro alrededor y pensar: “¿De verdad hemos llegado a convertir en síndrome lo que antes era simplemente la vuelta a la vida normal?”.
Porque, queridos lectores, en los años 70 y 80 nadie hablaba de esto.
El domingo estabas en la playa, apretados en un 600: los niños dormidos en el asiento trasero, la sombrilla atravesada por la ventanilla, la nevera azul con filetes empanados y gaseosa rodando entre los pies… y el lunes ya estabas trabajando como si nada. Sin manuales de autoayuda, ni psicólogos en la radio, ni entrenadores emocionales.
Lo máximo que podías hacer era quejarte un rato en la oficina: “¡Menudo atasco en la carretera, tres horas parados en Despeñaperros!”, y enseguida salía otro: “Pues anda que yo, con la suegra mareada en el asiento de atrás…”. Y ahí se armaba la tertulia improvisada, que servía de terapia colectiva y encima gratis. Nadie necesitaba mindfulness, porque el café de la máquina ya era bastante meditación: tres sorbos, un suspiro, y a seguir la jornada.
Y sí, había cansancio, pero también cierta satisfacción. Volver a la rutina tenía su punto: reencontrarse con los compañeros, recuperar el chascarrillo del bar de la esquina, y sobre todo empezar a contar los días para el próximo puente de octubre.

Hoy, en cambio, la vuelta al trabajo después de las vacaciones viene con manual de instrucciones: regresa unos días antes para adaptarte, no cargues con demasiadas tareas el primer día, organiza tu agenda poco a poco, duerme ocho horas, come sano, haz ejercicio y no olvides practicar técnicas de relajación. Vamos, que casi que hay que preparar más el regreso que las propias vacaciones.
Y no digo yo que esté mal, ¿eh?, que todo lo que ayude siempre suma. Pero a veces pienso que si nuestras madres y padres hubieran esperado a dormir ocho horas y a planificar rutinas antes de reincorporarse… todavía estarían en el chiringuito esperando la señal de salida.
Así que, queridos lectores, os dejo mi consejo infalible contra el “síndrome postvacacional”: reírse un poco de uno mismo, volver a la normalidad sin tanto drama… y ponerse manos a la obra, que las facturas no esperan.
Vuestra siempre. La Porrúa
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Anda que bes mentira. Puras verdades Porrua
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario anita
EliminarLet’s gooo 🚀
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario
ResponderEliminar🤣🤣🤣🤣🤣 que razón tienes
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario-
EliminarMuy gráfico todo lo que dices, es verdad, parece que nos están infantilizando, cualquier cosa es un mundo.
ResponderEliminarJa,ja.
Gracias! . Al final, parece que antes sobrevivíamos sin tanto drama… ¡y con menos manuales!
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