El castillo de Láchar, los pueblos que laten y el Plan EDIL Granada 2025.

 El castillo de Láchar, los pueblos que laten y el Plan EDIL Granada 2025

¿Un soplo de vida contra la despoblación rural?

Queridos lectores, el otro día, Pepe y yo nos fuimos de excursión al Castillo de Láchar, uno de esos tesoros escondidos de Granada que parece sacado de un cuento antiguo. Si estás planeando una visita, no te lo pierdas: fue residencia del Duque de San Pedro de Galatino, y cuentan que el mismísimo Alfonso XIII venía a pasar allí unos días cuando visitaba la provincia, con un lago artificial hecho a su gusto para pescar.
Yo, que no soy muy de pesca, me quedé más impresionada con los ventanales altos, las galerías que crujen bajo los pies y ese aire de película antigua que aún se respira por los pasillos, como si el tiempo se hubiera parado.
(Y oye, si vas, reserva antes en su web oficial para no quedarte con las ganas.)

Después de la visita, paseamos por el pueblo de Láchar, con el sol pegando fuerte pero un viento suave que traía olor a tierra mojada. Nos sentamos en un bar a la sombra —uno de esos con sillas de plástico de toda la vida, mantelitos de hule y un ventilador que gira como un perezoso—. Pedimos una cerveza fría, de las que te refrescan el alma, y miré alrededor. La plaza era un silencio hecho piedra: ni un niño en bici, ni una pelota rebotando, ni un grito lejano de “¡mamá, ven!”. Solo estábamos los cuatro turistas que habíamos bajado del castillo, el señor del bar limpiando vasos con parsimonia y un gato que se estiraba al sol como si fuera el rey del lugar.

Le dije a Pepe, mientras cogía mi vaso:
—Pepe, ¿te has dado cuenta de que no hay niños? Ni una bici, ni un grito, ni un perro ladrando detrás de las tapias. Esto parece un pueblo fantasma… pero con Wi-Fi.
Pepe asintió despacio, con esa cara de estar resolviendo un acertijo filosófico, y me dijo:
—Es que lo de los pueblos, Porrúa, no es solo cosa de Láchar.... Resulta que la Diputación de Granada ha presentado el Plan EDIL Granada 2025, cofinanciado por el Ministerio de Hacienda y los fondos europeos FEDER 2021-2027. Es un paquete de 53 millones de euros, el mayor de la historia de la institución, para dar un empujón a los municipios pequeños que luchan contra la despoblación rural.
Lo mejor: la Diputación cubrirá el 100% de la cofinanciación para 84 pueblos, aportando más de 7 millones de euros propios, para que los ayuntamientos no tengan que rascarse el bolsillo.
Yo lo escuchaba en silencio, porque cuando Pepe se pone en modo clase magistral, es mejor no interrumpirlo.
—Se van a arreglar calles, mejorar redes de agua y alumbrado, modernizar edificios municipales y promover proyectos sostenibles. En resumen: se trata de que la gente tenga motivos para quedarse. Que haya farolas que no parpadeen, internet que no se caiga y plazas donde los niños puedan jugar sin tropezar con adoquines sueltos.
Hay 71 proyectos en marcha, desde la Senda Litoral en la Costa hasta la Ruta de Boabdil en la Alpujarra o la recuperación de la Azucarera de Santa Fe. En total, el plan abarca casi la mitad del territorio granadino, desde Guadix hasta el Poniente, con un foco en la cohesión territorial y el empleo local.
Asentí, y le respondí con una sonrisa escéptica:
—O sea, que lo mismo ponen farolas nuevas en la cuesta del cementerio, arreglan los bancos de la plaza y el alcalde se hace la foto con casco y chaleco fosforito proclamando “una nueva era para el pueblo”. ¿Y no será que, cuando terminen, inventarán otro plan nuevo con otro nombre rimbombante y volverán a empezar desde cero? ¡Esto es como los coleccionables del kiosco: nunca se acaban, y al final te quedas con el álbum incompleto!
Pepe se rió, esa risa suya que me hace sonreír aunque no quiera.
—Puede ser, Porrúa. Pero si no se hace nada, los pueblos se convierten en museos al aire libre… y no todos queremos ser guías turísticos.
—Buena es la idea, le respondí mirando la plaza vacía, 
Nos reímos los dos, pero con ese regusto amargo que dejan las verdades a medias. Y seguí mirando las casas cerradas, las persianas bajadas, y el eco de las tardes de pueblo donde ya no suenan risas ni ladridos, solo el zumbido del ventilador y el tintineo de los vasos.
Ya en casa, con una taza de café y el sol de Láchar todavía en la piel, sigo dándole vueltas a lo que me contó Pepe.
Cuando era niña, mis padres tenían una finca en las afueras de Granada ahora casi centro de Granada. Los fines de semana íbamos allí: cerdos gruñendo detrás de un murete, perales cargados de fruta, risas, tierra en los zapatos y peras que sabían a gloria. Ver ahora un pueblo como Láchar, tan callado, me da un nudo en el estómago, porque me recuerda lo que eran aquellos días llenos de vida.
He buscado los datos ,porque ya me conocéis, y según el INE, más de la mitad de los municipios pequeños de Granada tienen menos de 1.000 habitantes. Muchos están envejeciendo rápido y perdiendo población cada año: se van los jóvenes por falta de trabajo, de guarderías o de un futuro que no huela a polvo acumulado.
Y pienso que, si este Plan EDIL Granada 2025 sirve de verdad para mejorar los servicios ,un centro médico que no cierre a las tres, internet decente para teletrabajar desde la plaza, farolas que iluminen sin fantasmas, quizás algunos pueblos puedan volver a latir.

No hablo de milagros, que los milagros no se pagan con fondos europeos, pero sí de pequeños empujones: una Senda Litoral por donde pasear sin tropezar, una Ruta de Boabdil que traiga turistas, una azucarera que vuelva a tener vida.
Porque la gente no se va por gusto; se va porque las oportunidades se esfuman como el humo de una chimenea en verano. Pero con inversiones así, tal vez vuelvan las risas a las plazas, los bancos dejen de acumular polvo y las bicis rueden de nuevo por las calles recién asfaltadas.
Ya sabéis cómo soy: me pongo a pensar en un pueblo vacío y me sale el ramalazo romántico. Pero me gusta creer que aún hay futuro en esos rincones donde ahora solo suena el viento y el eco de lo que fue.
Y si este plan consigue encender una bombilla más en la cuesta del cementerio o, mejor, una farola entera que no titile, ya habrá merecido la pena.
Porque los pueblos no son solo piedras: son latidos que se apagan si no los cuidamos.
¿Y vosotros, queridos lectores? ¿Habéis paseado por Láchar o por algún pueblo así de silencioso? ¿Creéis que el Plan EDIL será el revulsivo que necesitan o quedará en fotos de inauguración?
Contadme en los comentarios, compartid si os ha tocado la fibra y, si queréis saber más del Castillo de Láchar o del Plan EDIL Granada 2025, pinchad en los enlaces. Ya sabéis que leo todo y me encanta conocer vuestras historias.
Vuestra siempre.La Porrúa 
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Comentarios

  1. Y luego dicen que no hay viviendas, que arreglen los pueblos y aprovechen lo que tenemos.

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  2. Tienes toda la razón. A veces nos empeñamos en construir más y más, cuando lo que hace falta es cuidar lo que ya tenemos. Los pueblos están llenos de casas que solo necesitan un poco de vida dentro, y de calles que merecen volver a escuchar risas.

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